Durante el mes de febrero, los alumnos de las clases 15 de «Estudio» Valdemarín, han pasado tres fantásticos días en Abioncillo. Cuando se aproxima esta excursión todos preguntan con interés y curiosidad acerca de un pueblo que, empezamos por decirles, está deshabitado. No comprenden, al principio, qué interés puede tener ni qué van a hacer allí.
El primer día visitamos la ciudad de Soria, la ciudad de las tres “M”: mantequilla, madera y maestros. En Soria aparecen las caras de asombro ante el bellísimo claustro de arcos entrecruzados de San Juan de Duero y posteriormente aprovechamos para caminar a la ribera del río.
Soria es la provincia más despoblada de Europa. Gran parte de sus pueblos se han quedado sin nadie. Sus gentes emigraron. Abioncillo no fue una excepción. Pertenece al Señorío de Calatañazor, al sur de la Sierra de Cabrejas. Pequeña aldea rodeada de bosques, cultivos y pastos. Todo quedó abandonado.
En el año 1983, un grupo de profesores, directamente vinculados a la zona, decidió recuperar esta pequeña aldea y llevar a cabo un proyecto pedagógico nuevo e interesante. Se trataba de mostrar este mundo rural, en toda su profundidad y riqueza, a alumnos y profesores venidos de ciudades cercanas o lejanas, y trabajar con ellos, durante períodos de tiempo variables, en actividades complementarias a las habituales dentro del aula.
Los profesores fueron comprando casas en estado ruinoso, y reconstruyéndolas con sus propias manos, lentamente, sin apenas recursos económicos, con frío y nieve inclementes. Los alumnos al llegar ven las casas levantadas, con sus enormes vigas de sabina y sus muros de piedra caliza y toba, y se quedan atónitos. Así, desde el principio, el interés y la admiración hacen mella en ellos.
Más tarde, todas las actividades que allí pueden realizarse les hacen comprender el sentido completo de ese viaje. Realizan salidas para estudiar la flora y la fauna de la zona, el paisaje, la geología, la cueva prehistórica La Maja, el paraje de La Fuentona (donde nace el río Abión), las ruinas romanas, la Villa de Calatañazor, Cañada Real… Durante unos pocos días viven allí, conocen ese tipo de vida, la comparten, y llegan a comprenderla y a estimarla. Y vuelven con mucho más, con un recuerdo profundo y duradero de algo que ignoraban al salir.